La Tierra del Ruido

Las ratas ya salieron de su madriguera.
Perros y gatos siguen esperando la llegada de un principe azul benefactor, para salir de las tinieblas.
Será que nacieron condenados a morir en ese mundo oscuro y de laberintos?
El perro nacio perro. Y por más q deje de ladrar, lo mas probable es que muera perro.

La noche es la otra cara de la moneda. Tan real como la diurna, pero con sus propias leyes, sus personajes exclusivos y su vida cotidiana.
Al nacer la noche, nacen el silencio y la oscuridad. Junto con la soledad, el encuentro con uno mismo.
Al nacer la noche, aparecen los vagabundos y soñadores, sus eternos habitantes.

Diez años después

Cuando empezamos con esta aventura, hace de esto ya diez años, nos propusimos hacer un programa de radio para hablar sobre la noche, poesía, literatura, filosofía y sobre todo de Buenos Aires.
Éramos tres aprendices de algo, Miguel, Hernan y Sergio, y no teníamos idea que ibamos a ser cuando seamos grandes.Hoy la vida nos dió una manito para irlo descubriendo y así decidir que camino tomar (o quedarnos al costado del camino).
Hoy sin Miguel, y con las colaboraciones de Matias (el Ratón) y de Alfredo Mercurio, Hernán es un profesional de las comunicaciones (locutor, director de una radio, etc), Sergio un Licenciado en algo, Mercu un experimentador de errores y Matias un gran vividor (nadie sabe vivir la vida mejor que el).
Despues de separarnos profesionalmente mucho tiempo, se dio la oportunidad de reeditar aquel ciclo de La Tierra del Ruido, esta vez por Internet en http://www.blogtalkradio.com/latierradelruido para toda la comunidad argentina y latina en el mundo desde New York y Buenos Aires,
pero con el mismo entusiasmo y ganas de decir cosas.

Seamos Ruido, seamos Noche, seamos Argentinos.


Sergio Mastrogiovanni - Mayo 2007


miércoles, 11 de julio de 2007

Lalo Cura

De que color es la antena de la radio? Preguntó el chabón.
Es azul como el cielo.
No, el cielo es de color naranja..

Genéricamente se denomina loco, al sicótico que en su desorganización mental crea una nueva realidad y queda inmerso en ella. Se transporta a ese mundo y delira. Eso provoca temor en los demás, y por eso se lo aísla.
A pesar de los avances, los miedos de la sociedad persisten. Incluso el miedo a un posible contagio. Es una de las profundas razones del aislamiento.

Ser internado en un manicomio es comenzar un camino de degradación personal. Ahí el condenado no tiene certeza sobre el término de su condena y se lo despoja del bien más íntimo: la identidad. Una vez adentro, cualquier cosa que haga o diga será cosa de loco, y su condena será no ya a trabajos forzados, sino a un ocio forzado. Es decir a un mundo sin tiempo. Al cabo de años el paciente se animaliza, pierde la comunicación verbal y algunas veces termina vegetando, tirado en una cama.
La primera impresión que tuve al entrar al hospital José Tiburcio Borda es de sorpresa. Yo esperaba ver a personajes delirantes, con sus poses napoleónicas, o dando discursos a las paredes. Y lo que encontré es un mundo de linyeras dando vueltas sin ir a ningún lado. Individuos perdidos en un tiempo infinito. Sin relojes, sin tareas, que en seguida te piden un cigarrillo. El cigarrillo sirve para esperar, para hacer tiempo, ya que esas instituciones están vacías de parámetros que organizan el mundo de los que vivimos afuera. En especial el amor y el trabajo. Acá, del otro lado del paredón, la pareja, la familia y la profesión estructuran nuestros días, nuestras semanas y los ciclos de cada año. En ese hospital todos los días son iguales. No hay ciclos. Por eso el futuro puede verse en el presente. Y un detalle más, la ropa regalada, que no les calza bien. Los pantalones son cortos y como les falta el cinturón siempre se les está cayendo. Las camisas son demasiado holgadas y los zapatos son eternamente grandes. Todo ayuda a conferirles ese aspecto de loco conocido por la sociedad.
Y así permanecen durante años, sin tratamientos ni nuevas evaluaciones diagnósticas. Se convierten en zombis y pasan a ser parte de la escenografía hospitalaria. El hospital pasa a ser un lugar de reclusión, de encierro, de depósito. Donde se practica la sobremedicación como única forma de tratamiento, además del encierro definitivo. En realidad, la gente sólo sale de ahí si se escapa o si muere.
Y en ese marco, se encuentra La Colifata. La primera radio del mundo que desde hace quince años transmite con un straff íntegramente de pacientes. Y su programación llega a la comunidad desde el 100.1 del dial y se repite a través de radios masivas de Argentina y el exterior (entre ellas Frecuencia Zero).

La política neurosiquíatrica parece indicar que los internos deben estar siempre dopados, drogados, tranquilos y sin hacer problemas. Este grupo, coordinado por Alfredo Olivera, en cambio intenta rescatar la capacidad creativa de los locos. Y que es la locura? Simplemente un mundo propio. Un mundo de tumbas abiertas y castillos de cristal. Una vida vivida en una sola textura, simulada, sufrida o actuada en 3 dimensiones, o solamente representada en ese teatrito del cerebro. Pero no es solamente locura lo que habita el hospital. También están el amor y la bondad, la tristeza y la falta de comprensión. Tampoco los locos son exclusividad del Borda, también están sueltos en la calle y pueden llegar a ser más peligrosos y violentos.
La ciudad de Buenos Aires está llena de éstos fenómenos. Día a día y noche a noche. En el tránsito, en las calles, en los bares, están ellos. Borrachos, adictos, amigos de los ovnis, satanistas, religiosos fundamentalistas y militantes del delirio. La paranoia es la respuesta natural a la ciudad.

La proposición de Shakespiere de que la imaginación del loco, la del amante y la del poeta son la misma cosa, no le eriza el pelo a nadie. En el fondo, nadie se toma tampoco al amante y al poeta muy en serio.Pero en el fondo todos tenemos algo de locos, ya que entre los sueños y la locura hay una línea muy fina. Por eso la demencia es un sueño soñado con todos los sentidos despiertos.

El sueño es una breve locura. La locura un largo sueño...

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