Ella está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.
Eduardo Galeano
¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.
Eduardo Galeano
Aunque su anhelo de poner su vida al servicio de la lucha revolucionaria de los pueblos, se concreta inicialmente en Cuba a partir de diciembre de 1956, en realidad Ernesto Guevara de la Serna desde mucho antes había dado muestras de sentimientos solidarios.
En 1965 viaja a Africa como consejero militar; siete meses después vuelve a Cuba, país del que se despide para emprender una nueva revolución en Bolivia. Allí cayó derrotado. El Che fue fusilado por un soldado boliviano en la localidad de La Higuera, hace 40 años.
Su sencillez, espíritu de sacrificio, austeridad, sus conceptos sobre la justicia, la libertad y la dignidad y su entrega total, hicieron de su figura un símbolo para el pueblo cubano y para todos los pueblos del mundo, alguien capaz de movilizar con la fuerza de su ejemplo.
El valor de sus ideas tanto como hombre de acción, de insuperable sensibilidad humana y de conducta intachable, tienen un valor universal.
Por eso, ser siempre capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo, es la cualidad más linda de un revolucionario.
Por eso cuando hablamos de ideales, hablamos de fines, de metas. Un ideal es un bien tan deseado por una persona que hacia él orienta toda la vida o buena parte de ella.
Sin ilusiones la vida puede ser más cómoda, pero menos atrayente. Si no hay ideales es señal de que no hay amor ni pasión, y una vida sin amor es menos feliz. Lo más fácil es dejarse de ideales y seguir cómodamente a la masa.
Todos hemos de esforzarnos para que la mediocridad no se vaya adueñando de nosotros con el paso del tiempo. Hace falta energía y grandeza para hacer de la vida algo más que un producto a granel. No siempre quizá lo consigamos, pero que debemos apostar por este tipo de vida me parece una exigencia de nuestra condición de hombres; eso sí, se sobreentiende, después de haber superado los falsos idealismos y los planteamientos inmaduros.
La forma de resolver el problema global del aburrimiento es enamorándose de la tarea que nos ocupa la mayor parte del tiempo que en esta vida pasamos levantados de la cama: el laburo.
La revolución se hace a la escala humilde que cada uno puede en el día a día.
Utopía es un término que sirvió de título a una de obras escrita en latín alrededor de 1516, era una sociedad organizada racionalmente, una comunidad que establecía la propiedad común de los bienes. Todos los ciudadanos de la isla vivían en casas iguales, trabajan por periodos en el campo y en su tiempo libre se dedican a la lectura y el arte. Toda la organización social de la isla apuntaba a disolver las diferencias y a fomentar la igualdad.
Por nuestra parte, estamos convencidos de esto: Utopia existe. Está entre nosotros, y habita en el corazón puro de cada pibe de la Tierra. Creemos, por lo tanto, que lo único que hace falta para que se manifieste abiertamente es la firme decisión de dar a estos chicos una educación que libere su espíritu solidario y su sed de justicia en lugar de anestesiarlos; una educación que los aliente a permanecer libres; una educación que, en lugar de inducirlos a seguir a quien va delante, les ofrezca trazar su propia ruta.
Nos encontramos el martes que viene.
En 1965 viaja a Africa como consejero militar; siete meses después vuelve a Cuba, país del que se despide para emprender una nueva revolución en Bolivia. Allí cayó derrotado. El Che fue fusilado por un soldado boliviano en la localidad de La Higuera, hace 40 años.
Su sencillez, espíritu de sacrificio, austeridad, sus conceptos sobre la justicia, la libertad y la dignidad y su entrega total, hicieron de su figura un símbolo para el pueblo cubano y para todos los pueblos del mundo, alguien capaz de movilizar con la fuerza de su ejemplo.
El valor de sus ideas tanto como hombre de acción, de insuperable sensibilidad humana y de conducta intachable, tienen un valor universal.
Por eso, ser siempre capaz de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo, es la cualidad más linda de un revolucionario.
Por eso cuando hablamos de ideales, hablamos de fines, de metas. Un ideal es un bien tan deseado por una persona que hacia él orienta toda la vida o buena parte de ella.
Sin ilusiones la vida puede ser más cómoda, pero menos atrayente. Si no hay ideales es señal de que no hay amor ni pasión, y una vida sin amor es menos feliz. Lo más fácil es dejarse de ideales y seguir cómodamente a la masa.
Todos hemos de esforzarnos para que la mediocridad no se vaya adueñando de nosotros con el paso del tiempo. Hace falta energía y grandeza para hacer de la vida algo más que un producto a granel. No siempre quizá lo consigamos, pero que debemos apostar por este tipo de vida me parece una exigencia de nuestra condición de hombres; eso sí, se sobreentiende, después de haber superado los falsos idealismos y los planteamientos inmaduros.
La forma de resolver el problema global del aburrimiento es enamorándose de la tarea que nos ocupa la mayor parte del tiempo que en esta vida pasamos levantados de la cama: el laburo.
La revolución se hace a la escala humilde que cada uno puede en el día a día.
Utopía es un término que sirvió de título a una de obras escrita en latín alrededor de 1516, era una sociedad organizada racionalmente, una comunidad que establecía la propiedad común de los bienes. Todos los ciudadanos de la isla vivían en casas iguales, trabajan por periodos en el campo y en su tiempo libre se dedican a la lectura y el arte. Toda la organización social de la isla apuntaba a disolver las diferencias y a fomentar la igualdad.
Por nuestra parte, estamos convencidos de esto: Utopia existe. Está entre nosotros, y habita en el corazón puro de cada pibe de la Tierra. Creemos, por lo tanto, que lo único que hace falta para que se manifieste abiertamente es la firme decisión de dar a estos chicos una educación que libere su espíritu solidario y su sed de justicia en lugar de anestesiarlos; una educación que los aliente a permanecer libres; una educación que, en lugar de inducirlos a seguir a quien va delante, les ofrezca trazar su propia ruta.
Nos encontramos el martes que viene.
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